El 27 de septiembre fueron ocho las familias gitanas ¿con varios hijos menores, escolarizados en el barrio¿ desalojadas de una nave en la calle de Badajoz, donde vivían y guardaban el cartón con el que se ganaban la vida (una de ellas fue portada de este diario para poner rostro a la pobreza infantil en la capital catalana). Pocos días más tarde, 10 jóvenes africanos fueron expulsados de otra nave en la vecina calle de Doctor Trueta. Semanas después, fue el turno de otro local en la calle de Muntanya en el que sobrevivían ocho personas más. Los desalojos exprés ¿es decir, sin orden judicial, únicamente con un informe de los bomberos que avale la precariedad de la vivienda¿ han sido una constante en los dos últimos meses, siguiendo uno de los dos ejes en los que se basa el plan de asentamientos del municipio: garantizar la seguridad de las personas. Cabe recordar que en abril murieron cuatro personas en el incendio de madrugada en una barraca en uno de estos asentamientos. Algunos de los expulsados se instalan en la fábrica de Puigcerdà, donde viven cientos de personas.
Fuente: «El Periódico».